Progresó
Lo miraba y
me parecía que era, pero no podía ser…Si, es, pensé y encaré hacia la esquina.
Cuando me acercaba, a él también se le empezó a dibujar una sonrisa en la cara,
seguramente idéntica a la que llevaba yo.
-Hueso!!!-
le grité a diez metros de donde estaba.
-Que hacés,
Negro!- me dijo mientras nos abrazábamos emocionados. Seguramente en ese abrazo
resumimos 30 y pico de años de conocernos, compartir alguna convivencia
veraniega; deambular por las noches de la Costa sin un mango; prestarnos alguna
pilcha; convidarnos algún sánguche por que la lija de uno no estaba acompañada
debidamente por la situación económica de ese momento.
-¿Que estás
haciendo acá, boludo?- le pregunto, imaginando su respuesta.
Él había
decidido hace unos años buscarse la vida con su familia lejos del barrio, y
verlo en una esquina, la del Club, exactamente el corazón del mismo, era volver
a vernos años atrás, aunque más viejos y tranquilos.
-De paseo,
nada más. Visitando a la familia- me dijo, apoyando la mano en mi hombro con
cariño, seguramente con la sensación de estar recuperando algo.-Qué cambiado
está todo, como progresó el barrio- dice mientras revolea los ojos por asfaltos
que desconoce, nuevas edificaciones que lo asombran, y pibas que pasan y qué,
piensa, eran bebés o no existían cuando él se fue.
Y vino la
pregunta obvia:-Ché, ¿Y los pibes?-
Y yo pienso
para mí.- ¿Por dónde arranco? ¿Le cuento de todos y cada uno?¿Le cuento de los
que les fue bien?¿Le cuento de los que les fue mal?¿Le digo sobre los que ya no
están?-
Creo que
esa duda momentánea, hace que el enfrente la conversación desde las preguntas,
quizás adivinando mi incertidumbre por lo amplio de su pregunta.
-¿Y el
Gordo, salió?- me dice y espera.
-Sí. Pero
falleció. ¿No te enteraste?- digo ya conmovido por el rumbo inevitable de la
charla.
-No me
digas, boludo…Y si, era cantado. ¿Y los pibes del Club? El Tobi, Chompón,
Jairo, Juani, Pelé…- pregunta esperando que en la variedad de personajes, la
pegue con alguno que le haya ido bien.
-La mitad
guardado. Juani y Pelé palmaron, chocaron con la moto del Boli. El único al que
veo es a Chompón, ahí anda…- le aclaro sin aclarar demasiado.
-No me
digas, y yo ni me enteré de nada…¿Y las pibas? Me imagino que les fue mejor.-
-Bueno
imagino por quién preguntás- le digo, porque a pesar de la diferencia de edad,
casi todos los pibes tuvimos una novia en común. Pero con ella no, no hubo otro
que se le anime más que él. Bueno, varios se le animaron, pero del barrio, no
le pasó cabida a nadie. La experiencia
que tuvo con Hueso, la había marcado con los pibes del barrio. Nunca supimos si
había sido buena, y no quería joderlo, o era tan malo que jamás se le ocurrió
intentarlo con otro…
-Las otras
pibas se casaron, están embrolladas con maridos que ni conocen, con hijos que
no planearon, con laburos que no les gustan y peleando día a día con espejos y
fechas de nacimiento. En cambio La Negra vive como siempre. Y creo que es
feliz, como ninguno de los que conozco.-
Y creí que
eso lo iba a poner contento, al fin una buena noticia.
Pero no, su
cara se transformó. De golpe, 20, 30 años se le subieron al lomo. Empecé a
notar las arrugas que no había notado. Un rictus amargo le signaba la boca. Se
le apagaron los ojos, que hasta hace segundos estaban soportando con emoción
todas las pálidas que le estaba tirando con mi charla. Lo arruiné, en un
segundo lo liquidé.
Un segundo,
treinta segundos después, reaccionó. Me miró, me apretó el hombro con la mano
que con aprecio hasta ese momento me estaba apoyando con aprecio, con estima. Y
largó:
-¿Sabés que
me cagaste el paseo, el descanso, el disfrute del progreso de este barrio que
sigo sintiendo como mío? Chau, Negro. Espero no volver a verte más.- Y se fue
sin saludarme.
Entonces
comprendí algo que escuché cierta vez, y que no creía que fuese cierto. “La
gente quiere verte bien. Pero nunca mejor que ellos.”
Y pensé
para mí, porque el Hueso ya se había ido:
-¿Sabés qué Hueso? Andate a la puta que te re
parió…-
“Envidia, envidia que me condena
a vivir con esta pena,
porque no hay mayor dolor
que la envidia por amor.”
a vivir con esta pena,
porque no hay mayor dolor
que la envidia por amor.”
“Envidia”, Tango de Francisco Canaro. Letra : Amadori /
Castillo
...ja...que loco no necesitar demasiada descripción porque la mente arma sola el paisaje y los personajews...lindo texto Negro, merecida puteada. Sabrina
ResponderEliminarBueno, me alegra que me ayudes imaginando los escenarios.Gracias!!!
ResponderEliminarbuenisimo negro ,la verdad me gusto mucho segui escribiendo que lo haces muy bien ,te felicito ,,,,y hueso ( anda a puta que te pario ) ja ja un abrazo ,,,ruben
ResponderEliminarGrande Ruben !!! a veces, las puteadas son insustituibles...JA!Abrazo, muchas
ResponderEliminargracias por pasar y comentar.
¡Qué relato amigo! Por un momento sentí alguna emoción al saber de la suerte corrida por las amistades en común de aquellos dos viejos amigos que vuelven a cruzarse en la esquina del barrio.
ResponderEliminarPero claro, una cosa es apreciar esos destinos desde una perspectiva casi de igualdad y otra es anhelar que todos esten guardados, bajo tierra o apenas arrastrándose sobre ella.
Cada tanto la luz ilumina la existencia y descubrimos que aquel que fue un gran tipo y un amigo, ahora sólo es un miserable más, de esos que abundan tanto en la vida. Un abrazo!
El tiempo no cambia a nadie, pero a algunas personas logra vencerlas. Y desde esa resignación de ser otro derrotado más, busca compañía en sus miserias,para no sentirse tan solo.Gracias por pasar y aportar tu comentario Edu, siempre valorable.Abrazo!
Eliminar