Princesita
Mientras
preparaba el desayuno, la ví llegar a la cocina. Estaba radiante, y esa luz era
la que iluminaba mi vida. Se me hizo un nudo en la garganta, pero para no
transmitirle esa angustia, dejé que bese mi mejilla y me diga:”Buen día, Pá.”
Ese era mi
motor desde que la madre la abandonó. Y digo la abandonó, porque eso se lo hizo
a ella. Conmigo nunca estuvo, más allá de que en algún momento fuimos
“nosotros”, un nosotros tan falso como todo lo que fue “nuestro”. Era hermosa,
tanto como desalmada resultó al irse.
Desde
entonces, hace ya casi tres vidas atrás, solo me dediqué a lo que estaba
haciendo ahora: Ser el padre de mi princesita. Una princesita sin linaje,
porque yo lejos estaba de ser un rey, y de la madre… Bueno, a la madre ya no
quiero ni recordarla.
Revolvía mi café para que se asiente la cucharada de azúcar que le había puesto, y de reojo la miraba. Sus ojos eran el centro de su belleza, tan redondos y profundos; tan sencillamente marrones, que eso era lo que más resaltaba. Muchas se destacan por el color de sus ojos, eso es fácil. Con los ojos azules, cualquiera llama la atención. Pero la vivacidad, la expresividad de sus ojos eran únicos, tanto como su delicada belleza.
Revolvía mi café para que se asiente la cucharada de azúcar que le había puesto, y de reojo la miraba. Sus ojos eran el centro de su belleza, tan redondos y profundos; tan sencillamente marrones, que eso era lo que más resaltaba. Muchas se destacan por el color de sus ojos, eso es fácil. Con los ojos azules, cualquiera llama la atención. Pero la vivacidad, la expresividad de sus ojos eran únicos, tanto como su delicada belleza.
Su pelo
castaño oscuro, con algún atisbo de ondearse en los extremos. Su boca, que
cuando sonreía iluminaba el barrio entero. Era además atlética, de esos
cuerpitos inquietos que se modelan con la actividad, con lo eléctrico de sus
movimientos, con su incansable trajinar diario. Era, como digo, perfectamente
hermosa. Y no lo digo yo, me lo dijeron siempre desde que era una bebé.
Cuando
pienso en eso, me empiezo a angustiar. ¿Quién será el tipo que entre mañana por
esa puerta, queriendo convencerme de que es lo mejor para ella? Imagino que
candidatos debe tener de a cientos, aunque ella no me lo cuente. Es evidente
como la miran, pero digamos que yo tengo aspecto de ser muy intolerante en esas
cuestiones, y ninguno lo evidencia en mi presencia. Alguna que otra miradita
pesqué, pero digamos que por ahora nada serio.
Mi miedo real es el de todo padre: Que le toque uno como yo. Uno sabe lo qué es capaz de hacer a cierta edad por salir con una preciosura así. Vender a la madre como donante de órganos si es necesario. Traicionar a sus mejores amigos, engañar a las novias más fieles. Abandonar estudios, trabajos, carreras. Y lo que sea necesario. De hecho, yo lo hice por la madre de ella. Y cada vez que recuerdo eso, pienso que quién tenga la suerte de tenerla, no va a sufrir lo que sufrí yo, porque ella está destinada a ser distinta. A ser feliz. O quizás, la razón por la que estoy tranquilo es que me tiene a mí para cuidarla de que le toque alguien como yo.
Mi miedo real es el de todo padre: Que le toque uno como yo. Uno sabe lo qué es capaz de hacer a cierta edad por salir con una preciosura así. Vender a la madre como donante de órganos si es necesario. Traicionar a sus mejores amigos, engañar a las novias más fieles. Abandonar estudios, trabajos, carreras. Y lo que sea necesario. De hecho, yo lo hice por la madre de ella. Y cada vez que recuerdo eso, pienso que quién tenga la suerte de tenerla, no va a sufrir lo que sufrí yo, porque ella está destinada a ser distinta. A ser feliz. O quizás, la razón por la que estoy tranquilo es que me tiene a mí para cuidarla de que le toque alguien como yo.
Y tan
concentrado estaba en eso, en su posible noviazgo, y con la velocidad con la
que nos atropella el tiempo, en su cercano casamiento, que no pude darme cuenta
que ella y sus enormes ojos me estaban mirando lagrimear casi.
-¿Qué pasa,
Pá? ¿Por qué llorás?- me dijo.
Y yo saqué fuerzas para que mi voz no me delatara, y firmemente le respondí:
--Nada,
princesa, ¿Qué me va pasar? Hoy es un día importantísimo, para vos y por
consiguiente para mí también, es eso. Terminá el desayuno, falta peinarte
todavía, tenés que estar perfecta hoy, porque hermosa ya naciste. Dale.-y me di
vuelta hacia la pileta en la que debía lavar mi taza, tratando de ganarle a la
emoción para que no me vea así. Y justo cuando se apuró para abrazarme y darme
un beso tan grande que no me cabía en el cuerpo, yo ya estaba repuesto. Y dejé
que lo haga, le devolví el beso y la vi irse para terminar de aprontarse. Y yo saqué fuerzas para que mi voz no me delatara, y firmemente le respondí:
Y no quise volver a pensar en novios, casamientos, y tipos como yo que se
encuentran con mujeres hermosas como ella.
Hoy ella
terminaba el preescolar, y yo todavía no la había peinado.
“…Y, además,
tengo una muñeca que regala besos.”
tengo una muñeca que regala besos.”
Joaquín Sabina,
cantautor español.