Dos solos.
Acodado en la heladera mostrador, masticaba aire con los ojos
vidriosos por las cervezas. Parecía que mascaba chicle, pero ya lo había
pateado después de dejarlo caer de la boca hacía como dos horas atrás, cuando
se acordó que tenía que ir al baño.
Del brazo que no sostenía el vaso, le colgaba la Flaca , desde hacía varios
días con sus noches si mal no recordaba. Bah, eso era lo que quería pensar. Lo
miraba al Coco, el bufetero del club que hoy se estaba bancando el festival de
rock y blues porque era la única manera de sumar algunos pesos a la escuálida
caja de ese boliche que dejó de ser rentable desde el mismo momento en el que
se hizo cargo.
El Negro era cliente habitual con los pibes del
barrio, que todas las tardes se jugaban unas fichas de pool o metegol y se
tomaban unas birras, mientras cinco borrachos jugaban al truco por nada, y se
tomaban un vaso de vino, o de Legui cada uno, no más que eso. De comer algo, ni
hablar. Capáz que un viernes de cobro alguno se clavaba uno de mila. Pero no
más que eso. Los pibes eran aire fresco según la mirada de Coco, y los futuros
borrachos según las doñas del barrio.
En todo eso pensaban el Negro y Coco mientras se
miraban de a ratos con cara de “¿Qué estamos haciendo todavía acá?”. Pero Coco
laburaba, y el Negro se dejaba apuñalar por la guitarra de Skay que atronaba
rebotando en el techo de chapas de zinc desde abajo, contrastando con el ruido
de la lluvia torrencial que caía de ese cielo cada vez más lejano,mientras otra
banda armaba los equipos para tocar. Cada nota le traspasaba el alma, y lo
llevaba a un estado de introspección que lo alejaba del club, de la gente que
lo rodeaba, de las cervezas. Pero de la Flaca no, no podía alejarlo nada. Mientras, ella
seguía buscando en el hombro del Negro vaya uno a saber qué, en ese frío jean
de la campera.
Los buitres revoloteaban viendo al Negro medio fisura,
y la miraban a la Flaca
que era una de las pocas pibas del lugar, aunque los pibes que los conocían,
sabían que ellos dos eran uno. Y ella ni se enteraba, porque solo retiraba la
cabeza para mirarlo a él, o para tomar cerveza. El Negro no estaba tan seguro
de eso, más por inseguridad propia de saberse un cachivache con todas las
letras, que por algo que no le demostraba la Flaca. Seguía con él
ahí, mientras se exhibía en ese mostrador como un exponente más de la juventud
perdida. Eso decía la vieja de ella. Y la de él.
Entonces la miró. Al principio la escrutó con la
mirada, como dándose cuenta por primera vez que esa piba estaba con él. Ella
sintió su mirada como cada vez que él la miraba, y retirando la cabeza del
hombro, se irguió para sostenerle la mirada. Como hacía siempre, porque la
mirada del Negro hablaba más que la boca. Salvo cuando la besaba. Los ojos
perdidos de la borrachera de ambos se focalizaron en esa mirada. Ahora sí: Nada
más en el mundo existía. Él acercó la cabeza de ella como invitándola a
escucharlo. Ella se acercó obediente, esperando que no le diga nada y la bese.
Pero él habló, arrastrando las palabras como hablan los borrachos cuando van a
decir algo serio.
-Flaca, decime la postalina. ¿Vos te sentís sola
cuando estás así conmigo? Así, fisura. Con un mogra de más, y diez birras que
me están sobrando en el balero.-
-Negro, yo me siento sola nada más cuando no te tengo
cerca.-
El Negro la besó, con delicadeza, y mirando cómplice
al Coco, que nunca se enteró de lo que ellos estaban hablando, y sonriendo como
un pibito, le hizo la seña de que quería una birra más, y encaró para el baño. Hueso
ya estaba por arrancar a cantar, y él le había pedido una para la Flaca. Y apuró el paso,
no porque le importase escuchar la dedicatoria, si no para que la Flaca no se sienta sola sin
él.
"...ella le dijo,
como acostumbrábamos decir
llévame a ver las estrellas
llévame a decir si, si , si,si..."
como acostumbrábamos decir
llévame a ver las estrellas
llévame a decir si, si , si,si..."
"La Flaca Pili y el Negro Tomás", Guasones.