Al sur de
la prosperidad
Si la
legendaria sospecha es cierta, estas acciones se remontarían algunas
generaciones atrás, cuándo la importancia de las cosas se manejaba con otras
escalas.
En tiempos
de crecimiento poblacional más irregular e inconstante, con pequeños grupos de
personas que crecían alrededor de una vía de ferrocarril como guía edilicia,
social y comercial; un minúsculo círculo de personas con intereses más
altruistas que el común de los nuevos vecinos, decidieron que esa ciudad al sur
de la línea que dividía el Bien y el Mal, construirían una comunidad que iría a
contramano de los cánones impuestos por la modernidad.
Sin ningún
tipo de publicidad, sin avisos mediáticos ni explosivas actividades, se
encargaron de ir minando uno a uno los símbolos del progreso, anclando esa
ciudad en un estado de inmovilidad permanente, con pequeños atisbos que hacían
creer que eran influenciados por el mundo que los rodeaba, cuando en realidad
solo tomaban de él algunos detalles para poder llevar a cabo su magistral plan.
Así, cuando
el asfalto era el modo más evidente de demostrar prosperidad, estos cofrades se
encargaban de mantener sus polvorientas calles de tierra, con zanja y pasto a
sus costados. Visto por un visitante, era una demostración de atraso. Desde su
combativa acción, era una forma de desfavorecer la visita de indeseables. Las
canchitas de fútbol eran potreros secos, inclementes. Y la razón esgrimida era
que no se quería perder la pureza del juego, entre romántico y brutal.
Los
colegios, por ejemplo, eran constantemente cerrados por inundaciones, plagas,
caídas de árboles. Se recurría entonces a la explicación que de esta manera,
los alumnos contemplaban de manera certera y contundente, el accionar de la
naturaleza, y las consecuencias que traía su manipulación errónea.
Algunas veces
ocurrían delitos en los qué, jóvenes en su mayoría, quitaban a otros los pocos
objetos que podían comprar con el trabajo que ejercían (muy posiblemente fuera
de este ámbito, que entre otras cosas, escapando del salvaje capitalismo y
combatiendo el bestial consumismo, no tenía polo industrial alguno), en una
vívida representación de la redistribución de la riqueza, qué, por otra parte,
obtenida fuera de su cerrada colectividad, estaba manchada por la externa
amenaza.
Las
relaciones humanas no escapaban de esos pensamientos y actitudes. No había
calle en la que una relación no se encadenara a otra, y así un primo era amigo
de la cuñada de la tía de la maestra del
pibe que atendía la verdulería de la señora que es la abuela de la
madrina del repartidor de diarios que iba al colegio con la hermana de la novia
del primo que menciono al comenzar esta explicación. Eso creaba odios y amores
en igual medida, ya sea de forma directa, o por empatía con algún eslabón de
esa cadena familiar.
Transcurrió
entonces el desarrollo de esta ciudad, siempre regida por la oscura, la oculta
cofradía. La vía dejó de existir algunos años después de que el ferrocarril
dejó de surcarla.
Aunque
algunos se empeñen en adjudicar todo lo enumerado a la ineptitud de los
gobernantes de turno; a la desidia de las autoridades pertinentes; a las
consecuencias de años de pérdidas de valores, de calidad educativa, de ser
parias. Eso pasará en otros lugares.
Porque si
usted vive la experiencia de visitar un barrio en el que las esquinas son
centro de reuniones y asambleas con la fachada de una cerveza o un faso como
único motivo de ese encuentro, no se asuste ni huya despavorido pensando que
cayó en un antro de perdición, en una ciudad enviciada por el pecado y la
ignorancia. Es muy probable que usted haya terminado en mi ciudad, donde todos son
rehenes y súbditos de la Cofradía de los Pibes Sin Calma.
“En la tierra del
ruido
y la prostitución
y las calles mugrientas
con mercados hambrientos
que perforan la estación
como largas culebras”
“Los mocosos”, A. C. Martinez, Los Piojos.
y la prostitución
y las calles mugrientas
con mercados hambrientos
que perforan la estación
como largas culebras”
“Los mocosos”, A. C. Martinez, Los Piojos.
IMPECABLE!
ResponderEliminarMuchísimas gracias!!!Es muy importante cualquier tipo de manifestación con respecto a lo que uno expone, no es necesario siquiera que sea a favor.Y vos sos la máxima difusora, con la brutalidad que ello conlleva...JA!Besos!
ResponderEliminarMe encantó y me emocionó, tiene una carga emotiva muy grande, de verdad se siente que llevás Solano en la piel.
ResponderEliminarVerónica Albornoz
Gracias Vero!Pensé cuando lo releí, que muchas de nuestras ciudades del conurbano, y por qué no, de países con condiciones similares al nuestro, tienen más en común de lo que imaginamos. Y que son así, aunque no hay dudas de que deberían ser mejores. Y como todo, no todo lo malo es tan malo, ni todo cambio es para mejor. Beso!
ResponderEliminarMuy poetico! Si la conciencia colectiva hubiese crecido a la par de lo que creció la población hoy estariamos hablando con un poquito más de altura. Y por conciencia digo con el simple hecho de no tirar un papel en la vereda,y de otras cosas simples que mejorarían la calidad de vida, si no empezamos nosotros mismos no esperemos de los demás demasiado.
ResponderEliminarGracias Adri!No es una ecuación tan simple creo, hay muchas variables que inciden en el crecimiento de las personas, quiénes al fin de cuentas hacen de su barrio su mundo.Beso!
EliminarSi entiendo que simple no es porque implica fuerza de voluntad y es lo que lamenteblamente nos falta y mucho.Aunque esto, aclaro, no tenga que ver de ninguna manera al aprecio que uno tiene a su gente y lo que ha vivido y compartido a través de los años.
ResponderEliminarDemasiadas cosas nos faltan, por supuesto que las que vos mencionás están entre las principales. Y para mí, mi ciudad es eso, mía, y pierdo objetividad al analizarla.Gracias por el aporte!Besos!
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