La cima del mundo
Observo
detenidamente con la perspectiva que da la altura de mi posición, el mundo que
me rodea.
El parque
está espléndido hoy, el verde de las copas de los enormes árboles relucen con
cada rayo de sol que los invade, las aceras del paseo, todavía un poco húmedas
por el rocío del amanecer también resplandecen. Unos pocos transeúntes las
surcan: Los entusiastas gimnastas que buscan a través de su figura expresar lo
buenos que son, inmersos en esta sociedad en que las personas son evaluadas por
su apariencia; los obsesionados ejecutivos y aspirantes a serlo que llegan
ansiosos a sus oficinas, tempranísimo para impresionar a sus jefes, porque
todos tenemos uno, y así poder mantener un status económico que les interesa
más a los otros que a ellos, que preferirían la bohemia y el arte, pero se
entregan a sus labores pensando en hipotecas, matrículas de colegios privados,
joyas para sus esposas, mascotas de raza y el auto 0 km que se están por
comprar; los trabajadores menos afortunados, aquéllos que cumplen horarios y
órdenes, sin analizarlos siquiera porque entienden que eso es lo que les tocó,
que la suerte al repartir las vidas que les correspondía a cada uno fue esquiva
con ellos y ya está, es tarde para lamentarse. Y no mucha gente más, no de estos
que se destacan por sus lamentables vidas.
Y estoy yo,
aquí arriba. Observando, analizando y sopesando mi intervención, la necesidad
de que esta ocurra como otras veces. Mi formación, mi preparación y mi certero
análisis me permite este tipo de arbitraje, el de decidir con el poder que me
fue concedido, si las personas que lamentablemente viven en este tipo de limbos
sociales, son merecedoras de mi asistencia.
No es algo
que se dispense a mano suelta, no. Se debe establecer un criterio, en este caso
el mío, para evaluar si la intromisión es válida. Una vez que actúe, nada será
para esas personas lo mismo. La vida que hasta allí llevaban será un triste y
lejano recuerdo, un recuerdo irrecuperable. Pero tengo ese don, y me siento
obligado a ejecutarlo, a realizar mi misión en la tierra más allá de
evaluaciones de gente que no comprenderá que lo mío es algo superior, no
entendible generalmente para personas del vulgo, para filósofos de cafetín o
teólogos frustrados. No, hay acciones que escapan al entendimiento llano, al
análisis superficial al que estamos acostumbrados hacer sobre las situaciones que normalmente
escapan a nuestro intelecto.
Por suerte
hay gente como yo, y por suerte no soy el único. Mi método quizá me diferencie
de otros, pero no somos pocos. Y como hoy estoy de muy buen humor, creo que
será esta vez una intervención múltiple, y no las simples a las que acostumbro.
Los elegidos serán dos, tres o más. Dependerá de cómo resulten las primeras
dos, del revuelo que puedan generar.
Pero bueno,
tanto filosofar está complicando mis objetivos. Debo realizar esto, y volver a
mi hogar. O tal vez sea un buen momento para tomarme unos días e ir a
visitarla, escapando un poco de mis obligaciones, ya sea con mi trabajo formal,
como el que asumí al explotar mi don. Pasar toda la noche aquí arriba me generó
cierta somnolencia, así que sólo me voy a tomar unos minutos más para beber un
trago de mi petaca, y fumarme un cigarrillo disfrutándolo a pleno, pero sin
pensar en nada más que en lo que voy a hacer después, que decididamente es ir a
verla. Una vez que doy la última pitada al cigarro, y lo piso para apagarlo, ya
estoy compenetrado y listo.
Y elijo a aquella pareja que viene trotando
del lado este del césped, son perfectos según mi criterio de hoy, qué es no
tener criterio, sólo elegir caprichosamente. Tengo ese poder, me fue conferido
por mi jefe. Me persigno, acomodo el fusil, y disparo. Cae el primero, y cuando
la compañera va a reaccionar, la alcanzo con un disparo en la frente. Podría
dispararle al vendedor de periódicos que viene a la carrera hacia ellos porque
los tenía de frente y vio como cayeron, pero no. Es suficiente por hoy.
Me voy a
verla a ella. Después de salvar a dos almas más de sufrir miserablemente su
vida, creo que merezco que alguien me salve a mí de tanta responsabilidad.
"No le importa si su
destino es violento
Va tranquila, la bala no tiene sentimientos
como un secreto que no quieres escuchar
la bala va diciéndolo todo sin hablar"
Va tranquila, la bala no tiene sentimientos
como un secreto que no quieres escuchar
la bala va diciéndolo todo sin hablar"
“La bala”, René Pérez
Joglar, “Residente”, Calle 13
CASI DIOS, ASI SE SIENTE UNA PERSONA CUANDO DECIDE QUIEN VIVE Y QUIEN MUERE DE UN BALAZO, SENTIRA QUE ESTA HACIENDO UN BIEN POR EL TIPO DE VIDA QUE LLEVA? ME CUESTIONE MUCHAS COSAS MAS CON ESTE RELATO... ME GUSTO MUCHO, Y MANTENES ESA MANERA DE ESCRIBIR QUE HASTA EL FINAL NO SE SABE BIEN DE QUE O QUIEN SE ESTA HABLANDO.
ResponderEliminarPiti!!!Gracias por lo que expresás, la sola mención de que esto te genere algo como lo que decís, es una satisfacción inexplicable, cerca de ser un detalle ególatra que nadie puede negar tenemos todos, en mayor o menor medida.Besos!!!Y gracias por meterle tantas ganas en compartir siempre.
Eliminarlo importante de estas lineas es que sale de tu corazon y tus pensamiento!
ResponderEliminarAsí es "Anónimo".Gracias por pasar y comentar, la próxima por favor agregá tu firma al final, así puedo ser más específico al responder.Saludos!
EliminarUn relato duro con un final algo escalofriante. Quizás por esa sensación de encontrar algo de ello en la realidad. Una historia que parece pretender responder a preguntas que suelen quedar en el vacío: "Por qué??" por qué a mi?" " por qué a ellos?". Preguntas a ese Alguien o algo que en momentos inesperados determina nuestra existencia. Muy buena historia Sergio, besos.
ResponderEliminarMuchas gracias Adri, cómo siempre tus análisis nutren a los textos mucho más allá de lo explícito.Besos!!!
EliminarLa verdad que rara sensacion me dejo, se sentira tan importante alguien que decide por los demas, muy raro ja pero me encanto leerlo. Gracias Sergio.
ResponderEliminarGracias a vos por pasar y comentar, y poner la parte más importante a cualquier relato: la interpretación de quién lee.Una pena que no pongas tu nombre, para que el agradecimiento pueda ser efectuado de manera más concreta.Saludos!
EliminarUna sensación rara, eso me dejó, preguntas, ese no sé que que sólo un suspiro profundo puede explicar ... (Verónica Albornoz)
ResponderEliminarBueno, es un alivio saber que alguien, además de comentar, se toma el trabajo de leer mis respuestas.Muchas gracias Vero!Besos!
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