Cuestión de
tiempo
Tictac…tictac...tictac…
Así
infinidad de veces. No, no tenía un reloj cerca. Era su cabeza que había
incorporado ese mecanismo, internalizado ese sonido para alterarle sus ya
vulnerables nervios, su incapacidad de esperar pacientemente. Ese mecánico
ruido lo alteraba aún más, si eso fuese posible. Lo más parecido a un reloj era
su teléfono móvil, que controlaba repetidamente esperando encontrar una señal,
y solo le brindaba la hora exacta como toda información.
Ella se
había despedido de él con total naturalidad. La despedida con la formalidad de
una relación que recién comenzaba, que se estaba desarrollando a pesar de
ciertos impedimentos no menores. Pero que era fulminante, con una pasión de
esas que hacen ver que hoy es para siempre, y que mañana va a ser como lo
soñamos. Se juraban amor como si se conociesen de otras vidas, sin siquiera
conocerse en esta. Pero era tan creíble como el amor que se juran los
matrimonios de decenas de años de estar casados. Porque, ¿Quién sabe cuando un juramento
es creíble? Solo el que jura, y él creía que ella decía la verdad. Y lo mejor, es
que sabía (si, sabía) que ella no le mentía.
Pero ahora
algo extraño pasaba. Lo tan temido desde su desarrollada capacidad paranoica de
que todo lo bueno dura poco, lo estaba agobiando casi violentamente. Su mente
no resistía concentrarse ni siquiera en un simple programa estúpido de tv.
Menos iba a tratar de escuchar música, o intentar leer un libro. Ni siquiera
releerlo, algo que solía hacer cuando estaba ansioso y no lograba concentrarse
en un nuevo argumento. Nada. Ella le absorbía y le quitaba la energía, lo poco
que tenía de cuerdo y coherente.
Muchas
veces, filosofando con amigos, o solo pensando en sus cosas, se jactaba de que
la felicidad, su felicidad, estaba basada básicamente, en que él podía
diferenciar el tiempo del reloj. “Cuando uno dice no tengo tiempo, mira el
reloj. Pero el tiempo es otra cosa, y yo sé que es…”- decía entre presuntuoso y
soberbio, pero era verosímil. Porque tenía una careta con la que ocultaba todos
sus temores, todos sus traumas. Y todavía no la había conocido a ella. Que
apareció así, fulgurante, luminosa e imprescindible. Inevitable, inesperada y
adictiva. Y él ya no volvió a ser el mismo que había sido nunca jamás, con todo
lo que eso significa. Para bien o para mal.
Así
seguía…Tictac…tictac…tictac…
Abrir el
mail. Nada, solo las publicidades de un maldito banco. Buscarla en las redes
sociales. Si, allí estaba, pero sentir que si se conectaba con ella la estaba
acosando de alguna manera, no era algo compatible con sus paranoias. En la
dicotomía de elegir entre hablarle y molestarla; o no hablarle y seguir incomunicado, siempre se decidía por
ésta última opción.
Y seguía
esperando sin saber cómo, que la señal llegue en alguna de sus múltiples
variables. Y solo era eso: esperar sin saber cómo. La tortura era eterna, el
tiempo era más lento que ese perverso reloj en su cabeza que marcaba su
suplicio.
Y entonces se decidió: Daría por terminado él
ese martirio. Con un mail lamentable, miserable y ruin, le anunciaba a ella que
no estaba dispuesto a ser su juguete. Que por el amor que le tenía, no
iba a permitirle que lo basuree de esa humillante manera. Que no era ningún
estúpido, y que era más que evidentemente que ella le estaba ocultando algo. Que no
podía soportar ese engaño. Y para rematarla, le dijo una frase perdurable. Por
lo insincera, por lo estúpida: “Y quedate tranquila, que yo mañana me olvido de
vos y sigo con mi vida”.
Convencidísimo,
le dio clic a “enviar”, con los ojos llenos de lágrimas por la rabia y el
rencor. Dispuesto a apagar la pc, cerró la pestaña del correo, y en eso ve un
mensaje en el chat de la red social. Era ella, pero era de hacía varios
minutos. No lo había visto, ocupado con el mail ese que resolvía su traumática
espera. Al abrirlo, leyó:
-Hola mi
amor! Espero que estés bien, te extraño un montón. Mi conexión a internet no
funciona, y el teléfono se tildó… ¡Todo mal! Menos mal que mi amiga me prestó
un toque el teléfono, un día sin hablar con vos es demasiado… Ví también que me
acabás de enviar un mail así que lo leo y te contesto, ¿Querés? ¡Chau, hasta
mañana! Besos, ¡te amo mucho!-
"La espera me agotó
no se nada de vos
dejaste tanto en mí.
En llamas me acosté
y en un lento degradé
supe que te perdí.
¿Qué otra cosa puedo hacer?"
no se nada de vos
dejaste tanto en mí.
En llamas me acosté
y en un lento degradé
supe que te perdí.
¿Qué otra cosa puedo hacer?"
Gustavo Cerati, "Crimen"
UFFF! ESTOY ENVUELTA EN TU "CUESTION DE TIEMPO". ME MATO!... ES TERRIBLE EL TICTAC.
ResponderEliminarEs terrible el tictac en la cabeza de un paranoico.Creo, no sé, me imagino...Gracias por comentar!Besos!
EliminarRealmente nunca entendi ese tipo de personas que son incapaces de amar desde la libertad. Por suerte si la piba es media pila le contesta: GRacias, Gracias, Gracias!!! por safarme de perder el tiempo con vos :P, nos vemos en el corso!!!!
ResponderEliminarSeguramente la libertad es la plenitud del amor, difícil es entenderlo desde la incapacidad de comprender que las personas que amamos no nos pertenecen.Y si, seguramente la piba zafaría.JA!Gracias Poly!Espero pronto, ahora que tenés tiempo (¿?)leer algo de lo tuyo, siempre un aporte insustituible. Besos!
EliminarMi desarrollada capacidad paranoica de que todo lo bueno dura poco me ha dado la razón más de una vez aunque debo reconocer que no tiendo a la actitud histérica del personaje lo que me alivia...Desde la intertextualidad te aporto que mientras leía pensé en el tema "paranoico" de Bersuit y desde lo literario?mmm...no se, para mi el título no le hace honor del todo al relato aunque no se me ocurre cuál podría ser...Sabrina
ResponderEliminarSi, el contexto es cómo se desarrolla esa paranoia, que no coincide con el tiempo real.No recuerdo el tema de la Bersuit, tengo todos sus discos menos los diez entre el primero y el último...Gracias por comentar!Besos!
ResponderEliminarMe gustó mucho, la idea es muy buena, el ritmo del relato, el final, aunque hubiese empezado por el final hubiese estado bueno igual, porque el cómo se llega a conclusiones estúpidas con consecuencias lamentables es la gracia de la historia. Quizás le hubiese tirado un toque más de locura a su cabeza retorcida, me refiero a relatar más sus conclusiones a partir de cosas sin sentido, pero me gustó mucho, saludos =) Verónica Albornoz
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar a comentar Vero. La mente es incontrolable a veces, no sigue una lógica de sentido común.Beso!
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