El
guionista y ella
Al fin,
había logrado mi objetivo principal en la vida: Viviría de hacer lo que me
gusta, y le daría una utilidad a mis capacidades. El costo ya fue determinado,
solo resta que la transacción termine por llevarse a cabo.
En mi
pequeña y lúgubre oficina, ella era la que se llevaba todas las miradas de los
visitantes, posibles clientes, por llamarlos de alguna manera. Luego de visitar
al Sr. Caído, ellos eran derivados hacia mí, para que yo delinee los pasos a
seguir, su mal llamado destino.
Como dije,
ella había sido lo que me trajo hasta este negocio. Mi ineptitud, mi
incapacidad y mi total ignorancia sobre casi todo, me hicieron ser su esclavo,
y cualquier intención de cumplimentar mi tarea, cualquier esbozo del mismo,
debería dictárselo a ella, dueña y señora mía. Por supuesto que esta sociedad
era absolutamente secreta, y solo nos era competente a ambos. Sería imposible
que el común de los mortales comprendiera, ni siquiera sospechase, que ella
y yo éramos quiénes determinaban tantas cosas, tan influyentes en la vida de
quiénes acudían a nuestra dependencia.
Así, cada
día era visitado por personas que estaban dispuesta a renunciar desde allí y
para siempre a la vida tal y como la conocieron, para concretar sus sueños. Sí,
como alguna vez lo hice yo, ellos estaban dispuestos a ello. Renunciar a su fe,
a sus creencias, a sus costumbres, a su alma si eso fuese necesario. Y lo era,
ahí estaba el truco del convenio.
Yo, el que
había sido un analfabeto hasta hace muy poquito, debido a mis deseos y pedidos,
me había transformado en el guionista de los sueños ajenos. Mi tarea para LA
EMPRESA, era tan sencilla como compleja: El cliente, enviado por Don Ángel,
venía hasta mí y me describía cuál era su objetivo, su sueño. De allí en más,
ella como ejecutante, y yo como simple coordinador, determinaríamos cuál era la
manera más o menos viable de ejecutar ese pedido. No hacíamos milagros, no era
nuestro target. Para eso, había que ir al otro Barrio.
No, lo
nuestro era más frívolo, más cercano al egocentrismo de hombres y mujeres
superficiales. Los pedidos casi nunca salían de dos o tres obviedades: belleza
y juventud, una redundancia; la respuesta de un amor no correspondido; riquezas
materiales, muchas veces utilizadas para resolver los dos inconvenientes antes
mencionados; y alguno como yo, que
quería cumplir un objetivo menor cómo lo es lograr algún tipo de saber sin el
menor esfuerzo. Cómo verán, nada que no pueda adquirirse con un poco de
esfuerzo y voluntad, sumados quizás a algún poquito de autoestima.
Y ahí actuamos. Apenas salido el cliente, con
los datos obtenidos, ella empieza ordenarlos, mientras yo la observo. Cada
tanto, le cambio la hoja en la que escribe, y retiro la que ya está completa
para revisarla, para darle una coherencia al plan dictado. Una vez completado
ese conceptual designio, le remitíamos a LA EMPRESA, quiénes analizarían costos
y posibilidades, y brindarían los recursos y resortes para que certeramente se
concrete el objetivo. Pero ya no intervendríamos nosotros, solo desde los
lineamientos básicos que brindábamos. Esa era mi tarea acordada, que debía
cumplimentar para solventar de alguna manera mi relación con ella. Ella, la que
me deslumbró apenas vi en aquella oficina encubierta de LA EMPRESA, a la que
llegué casi de casualidad. Ella, parte fundamental de mi vida de allí en más,
porque me permite completarme
como hombre ejerciendo de alguna forma la labor con la que soñaba, a pesar de
mi iletrado origen. Ella era yo, yo era ella.
Jamás pensé
que mi condena sería entregarle mi alma, pero pago mí sentencia gustoso. Por
poder tocarla, por poder sentirla cerca de mí. No existo sin ella, escriba del
guión de mi existencia. Y de todos los guiones que me adjudico, para no tener
que explicar que son obra de una mágica, intrigante, enigmática y casi humana
entelequia que es cómplice de mi
superficial sueño.
"No soy yo, soy vos. Siempre cambio el rol, nunca soy yo.(quisiera ser yo)
Yo quiero que a mi me pase lo que a vos.
(pero vos sos mejor)
No soy yo, soy vos. No soy yo, soy vos. Yo ya no soy yo(quisiera ser yo) Con tanta gente
(pero vos sos mejor) pretendiendo ser otro,
desconfíen los unos de los otros..."
Yo quiero que a mi me pase lo que a vos.
(pero vos sos mejor)
No soy yo, soy vos. No soy yo, soy vos. Yo ya no soy yo(quisiera ser yo) Con tanta gente
(pero vos sos mejor) pretendiendo ser otro,
desconfíen los unos de los otros..."
"Soy vos", Árbol.
Un nuevo y excelente relato, ampliando el anterior y despejando aspectos de su trama que habían permanecido en la oscuridad que expresan sus lineas.
ResponderEliminar¿Oscuidad dije? Pienso entonces: el guionista ya es conciente que le ha vendido su alma al amo de la tinieblas, pero el extasis que parece experimentar ante la presencia de aquella maquina seguramente algo despejaran las sombras que pudiesen perturbarlo
Bueno Edu, como siempre un honor que pases a comentar. Me encantan tus interpretaciones, son muestra de las ganas con las que le entrás al texto.Abrazo!
ResponderEliminar